FUNDACIÓ MIGUEL ROSA MORÁN

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Dicen que los 60 son los nuevos 40. Sí, eso suena genial, cuando cumplí 50 pensé en el “medio siglo ya”, ahora que cumplo 60 pienso en “qué buena madurez”. Muchas cosas de la edad tienen que ver con la perspectiva de cada cual. Mis hijos de veintitantos años piensan que 60 suena a viejo. Mis parientes de setenta y tantos me consideran todavía un jovenzuelo, pero claro, como digo, cada uno considera y evalúa la realidad desde su “ventana”.

Mientras envejezco, también me gusta pensar que me estoy volviendo más sabio. Con seis décadas de experiencias sé más de lo que nunca he sabido en mi vida. Esas experiencias me ayudan a hacer las cosas hoy mejor que ayer; me ayudan a ser más eficiente, a resolver las distintas situaciones de la vida con mejor “perspectiva”… y es que este tiempo de experiencia ha ayudado a mejorar mi mente con la edad. Este tipo de cuestiones las explica muy bien Elkhonon Goldberg en su libro “La paradoja de la sabiduría”.

Otra de las cosas que pienso es que hemos de aprender de nuestros errores y aprender de quienes más nos han influido. Aprendí de mi madre que es importante informar a la familia sobre nuestros deseos de cómo ser atendidos al final de la vida. Mi madre murió hace varios años de cáncer. Nos dijo a mi hermana y a mí que quería quedarse en casa todo el tiempo que pudiera. Fue una conversación difícil, pero importante. Honramos sus deseos y tuvimos la suerte de asegurar su cuidado en la comodidad del hogar hasta que falleció.

¿Cuáles son mis deseos para el envejecimiento y el cuidado?

A medida que se acerca mi próximo cumpleaños [cumplo 60, ¿lo he dicho ya?] más he estado pensando en el tema de los cuidados. Veo los desafíos, las angustias y las alegrías de quienes se preocupan por los demás; y siento mucho respeto por todos los cuidadores pagados y no remunerados de nuestra comunidad que ayudan a personas en situación de dependencia a vivir mejor sus vidas, pero a la misma vez, me es muy difícil imaginar a mis hijos algún día como cuidadores míos. Como padre, mi papel siempre ha sido el de cuidador y protector, aunque también sé que puede llegar el día en que mis hij@s necesiten intervenir y ayudar intercambiando los roles actuales, y ninguna de las partes estamos preparados para ello.

Entonces, aunque solo tengo 59 años, comencé a hablar con mi pareja y con ellos sobre las cosas que me gustaría tener llegado el caso de necesitar cuidados continuados. Al igual que mi madre, quiero envejecer y vivir todo el tiempo que pueda en el lugar que considere mi hogar; y digo “que considere hogar” porque esta cuestión de la casa de toda la vida ya no es tal cual a como ha sido hasta ahora. Lo que cada uno considera hogar puede ser la casa de campo, de la playa o el apartamento que, con la jubilación, haya adquirido de nuevas para disfrute y uso habitual. Debido a las conversaciones que hemos tenido, saben que la calidad de vida es más importante para mí que la cantidad de años que vivo.

Tener la conversación ahora

Ya tenga 25, 85 años o un punto intermedio, le animo a comenzar a tener conversaciones importantes con sus seres queridos sobre los deseos de cada uno en el modo de afrontar el final de la vida. Asegúrese de tener un testamento que ponga orden en sus asuntos o, al menos, unas voluntades vitales anticipadas que detallen las opciones en materia sanitaria que han de respetarse en caso de darse circunstancias en las que no pueda expresar su voluntad. Conviértalo en un juego, si eso ayuda, pero puedo decirles que ocuparse de esto ahora y no más tarde en realidad reducirá el estrés en la familias y brindará una mayor sensación de paz y confianza sobre el futuro. Mientras tanto, disfruto de la vida, hago algo de ejercicio, intento relacionarme con amigos lo que puedo, intento conocer nuevas gentes, viajo, como más verduras y menos pizza (algo en lo que sigo trabajando), en definitiva, disfruto en la medida de lo posible.

En lo que llevo de vida he aprendido, y especialmente durante la pandemia, que nunca se sabe la curva que la vida puede presentar en su camino. Por eso, una mínima previsión ayudará a abordar más fácilmente cualquier desafío.