FUNDACIÓ MIGUEL ROSA MORÁN

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Mantener relaciones saludables en cualquier etapa de la vida es importante. Son esenciales para nuestro bienestar físico y emocional, pero a medida que envejecemos se convierten en algo que puede afectar a nuestra actividad y autonomía personal. Cambios laborales, disponibilidad de tiempo o disminución del nivel de autonomía funcional pueden considerarse elementos significativos en la calidad de nuestras relaciones sociales.

Entender que el envejecimiento no es algo que acontece llegada determinada edad, los 65 años, es importante en la evolución de determinados aspectos. El envejecimiento es un proceso caracterizado por el crecimiento en todos los ámbitos de la persona y para el que las relaciones sociales han de convertirse en el soporte clave de salud.  Prevenir la soledad, fomentar el cuidado, facilitar el traspaso de conocimiento o mejorar la actividad y la participación, son fundamentales para un envejecimiento saludable.

  • Mejorar la actividad y la participación. Ser activo significa involucrarse en los espacios de relación de la persona. Implica decidir sobre los temas que nos afectan en la vida, cómo queremos vivir, cómo disfrutar del tiempo disponible, cómo hacer para que nuestra salud mejore, etc. Actividad es, sin más, participar.
  • Mejorar o mantener la autonomía. Enfermedades, accidentes o el propio proceso de envejecimiento son factores que afectan a nuestro “continuo dependencia-independencia”. Todos podemos ser dependientes de algo o alguien llegado el momento, pero la cuestión no es si se es dependiente o no sino conseguir una autonomía funcional, emocional, etc. que permita relacionarse con el medio de manera “responsable”, formando parte del entorno y con los apoyos necesarios para la vida.
  • Las redes sociales y el apoyo social. El apoyo lo proporcionan las redes y estas redes pueden ser personas, servicios o recursos. Tener accesibles estas redes son instrumentos fundamentales para recibir APOYO. A lo largo de la vida los apoyos van cambiando y por ello es necesario saber que una elevada participación de la persona en su entorno, proporcionará autonomía y, por tanto, una menor probabilidad de necesitar apoyos.
  • La soledad y el aislamiento. A medida que envejecemos podemos ir perdiendo apoyos. Personas o familiares de nuestra red cercana pueden ir desapareciendo, los contactos y los vínculos pueden disminuir, etc. Esa ausencia de redes provocará aislamiento e imposibilidad para relacionarse y conseguir apoyo, y como consecuencia, soledad. En estos casos es cuando la soledad se manifiesta como una experiencia no deseada y por tanto con impacto negativo en la salud. Estar solo no es lo mismo que sentirse solo.
  • Es sabido que las relaciones entre generaciones proporcionan beneficios. Mejora el humor, genera oportunidades de aprender y compartir conocimientos y tradiciones, previene del aislamiento y la soledad, facilitan la amistad y el contacto con personas de diferentes edades. Participar en programas de estas características ayudan mejorar la actividad de las personas.

En resumen, mantener relaciones sociales se convierten en el mejor antídoto para tener una salud adaptada a las necesidades de la persona que envejece.